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EUCARISTÍA XVIII Juegos Femeninos Maristas
Por
Instituto San Martín .
Publicado:
2 Septiembre 2012
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Dar gracias a Dios por contar con la presencia de tantas deportistas maristas quienes, junto a sus entrenadores y educadores, han llegado a la ciudad de Curicó fue parte del mensaje que se compartió en la liturgia del domingo.
El encuentro en torno a la palabra de Dios Padre, es un aceptar asistir a una “fiesta del Amor” en la que Jesús, hecho hombre entre nosotros, nos ha invitado  a estar junto a él. El Padre y Vicario zonal, Cristian Avendaño, presidió la celebración religiosa. Con ese sentido profundo, la comunidad marista reunida en la décimo octava versión de los Juegos Femeninos se unió en fraternal encuentro. El disfrutar de salud, sentirse bien, ser recibidos con cariño y cuidadas atenciones  en los hogares de tantas familias pertenecientes al  Instituto San Martín, el lograr representar a sus respectivos colegios, el haber llegado a esta tierra llevando el mensaje de una juventud sana que, a través del deporte, crece y contribuye a una mejor sociedad estuvieron en los pensamientos profundos de la feligresía asistente. La primera lectura – Lectura del libro del Deuteronomio- señala en una de sus partes: “Observen los mandamientos del Señor, su Dios (…) Obsérvenlos y póngalos en práctica”. Posteriormente, el pastor compartió la segunda Lectura, Carta de Santiago. Ella nos recuerda que todo “lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del Padre de los astros luminosos (…) Reciban con docilidad la palabra sembrada en ustedes, que es capaz de salvarlos”, se escuchó. El Padre Avendaño refrendó su reflexión al señalar que es menester de todo cristiano el obrar de manera recta. En un mundo convulso y doblegado por bajas pasiones se debe hacer realidad – y con hechos concretos- el buen hacer y sentir del ser humano.  Tal como dicta el Evangelio según San Marcos y que fue compartido en la ocasión, “Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo. “Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre.” Una liturgia que se fue matizando con múltiples signos que nos hablaron de la presencia de un amigo cercano que nos invitó a estar en “su” fiesta dedicada a cada uno de nosotros. Ese amigo se llamó JESÚS.

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